Cuevas Prehistóricas de Cantabria, un Patrimonio Mundial
El 7 de julio de 2008, en su 32ª reunión del Comité del Patrimonio Mundial celebrado en Québec (Canadá), la UNESCO inscribió en la Lista del Patrimonio Mundial 9 cuevas cántabras con arte paleolítico (65.000-10.000 años a.C.). Las cavidades (cuevas de El Castillo, Las Monedas, Las Chimeneas, La Pasiega, La Garma, Covalanas, El Pendo, Hornos de la Peña y Chufín) se suman al selecto grupo de 40 sitios españoles declarados Patrimonio Mundial, entre los que destacan conjuntos arqueológicos como Atapuerca y Altamira.
La propuesta, coordinada desde la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte del Gobierno de Cantabria y presentada a través del Ministerio de Cultura conjuntamente con el Principado de Asturias y el Gobierno Vasco, se denomina: El arte rupestre paleolítico de la Cornisa Cantábrica y supone una extensión de la candidatura de Altamira presentada y aprobada en 1985. La propuesta integra, además, otros conjuntos asturianos y vascos (Tito Bustillo, La Peña de Candamo, Llonín, Covaciella y El Pindal en Asturias, y Ekain, Altxerri y Santimamiñe en el País Vasco.
El arte rupestre paleolítico es una de las manifestaciones culturales más relevantes de la historia de la Humanidad. Además de por sus cualidades propiamente estéticas, desde un punto de vista histórico la importancia de este fenómeno deriva de su carácter representativo de una etapa crucial en la evolución humana: la aparición del Homo Sapiens. Es por ello que estamos ante un bien cultural de primer orden, una auténtica obra maestra del genio creador humano, que a su gran calidad artística se une su naturaleza de testimonio excepcional de la historia de la civilización, dado que es la primera manifestación artística de la especie humana. Posee, así pues, un valor y significado universales, estrechamente vinculados con la evolución de la cultura y la sociedad.
Estos valores, ya reconocidos desde 1985 para la cueva de Altamira, se aplican a otros conjuntos de arte rupestre paleolítico localizados en la Cornisa Cantábrica que, como El Castillo, Las Chimeneas, La Pasiega, Las Monedas, La Garma, Covalanas, El Pendo, Chufín y Hornos de la Peña en Cantabria, Tito Bustillo, La Peña de Candamo, Llonín, Covaciella y El Pindal en Asturias, y Ekain, Altxerri y Santimamiñe en el País Vasco, reúnen condiciones de excelencia parangonable con las de la cueva de Altamira.
Por el número y densidad de cavernas decoradas -que se preservan en un excelente estado de conservación-, por el rico repertorio iconográfico en ellas contenido, por la diversidad de técnicas y estilos documentados, por la remota antigüedad del ciclo artístico desarrollado y por su milenaria perduración, la Cornisa Cantábrica se erige como un centro fundamental de la creatividad humana en el ámbito de la historia universal: uno de los lugares en que tuvo lugar el nacimiento del Arte.
En el momento de su descubrimiento, Altamira representaba un ejemplo excepcional del valor universal del arte rupestre paleolítico debido a que se trataba de un conjunto rupestre con una completa secuencia artística del Paleolítico superior (40.000-9.000 a.C.) y de una muestra excepcional del arte magdaleniense, el llamado “Techo de los Policromos” por el que es mundialmente conocida.
Más de 100 años después, Altamira sigue siendo un referente científico y social. Sin embargo, a partir de los descubrimientos que se sucedieron y se vienen sucediendo, Altamira sólo puede ser comprendida desde una perspectiva contextual, como parte de un fenómeno global propio de las comunidades cazadoras-recolectoras-pescadoras que habitaron el SW de Europa durante el Paleolítico superior.
El valor universal y excepcional de Altamira reconocido en 1985 por la UNESCO tuvo como criterios su consideración de obra de arte del genio creador humano y testimonio único, o al menos excepcional, de una tradición cultural o una civilización viva o desaparecida.
Los elementos que sustentan ese valor universal y excepcional han sido reconocidos por la UNESCO para otros conjuntos de arte rupestre paleolítico localizados en la Cornisa Cantábrica.
Así, Altamira, indiscutible obra maestra del arte universal de todos los tiempos, constituye un testimonio excepcional, pero no único, de una civilización desaparecida, y sólo puede entenderse dentro de un fenómeno cultural más amplio que explica su origen y en el que se encuentra su verdadera significación: el arte rupestre paleolítico de la Cornisa Cantábrica.
Los conjuntos de El Castillo y La Garma en Cantabria, y Tito Bustillo y Llonín en Asturias vienen a sumarse a la excepcionalidad, ya que cada uno de ellos constituye una “monografía” del simbolismo artístico paleolítico. Los cuatro, junto a Altamira, contienen motivos realizados durante casi 25.000 años y muestran toda la diversidad de temas y técnicas conocidos en el arte paleolítico. Y gran parte de la importancia de este “quinteto” radica en su dispersión geográfica, demostrando que la Cornisa Cantábrica fue durante el Paleolítico superior una unidad territorial y cultural.
El resto de los conjuntos inscritos en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO deben ser entendidos como “capítulos monográficos”, ya que fueron ejecutados en momentos concretos y en ellos se desarrollan, con énfasis, determinados aspectos artísticos que aparecen en los “conjuntos mayores” (El Castillo, La Garma, Altamira, Tito Bustillo y Llonín).
Más allá de la especificidad de cada uno de los conjuntos interesa su carácter complementario, ya que permiten entender la variabilidad del comportamiento cultural de las poblaciones humanas que habitaron Europa entre hace, al menos, unos 65.000 y 11.000 años.
En conclusión, los conjuntos rupestres inscritos en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO acrecientan la importancia de Altamira e introducen nuevos elementos para comprender el valor universal y excepcional del fenómeno artístico paleolítico y, además, para apreciar la idiosincrasia y especificidad de los grupos humanos, demostrando la diversidad cultural y el alto grado de integración social existentes en el SW de Europa en los compases finales de la última glaciación.
Las cavidades con arte rupestre paleolítico inscritas en la Lista de Patrimonio Mundial muestran, de acuerdo a los criterios determinados por la UNESCO, valores universales que las hacen representativas de la cultura de la Humanidad. Estos son:
Representan una obra de arte del genio creador humano.
El arte rupestre paleolítico está considerado unánimemente como una obra de arte del genio creador humano.
Desde las diferentes disciplinas que se han aproximado a su conocimiento y los distintos paradigmas teórico-metodológicos que han guiado estos estudios (Historia, Antropología, Arqueología, Historia del Arte, Bellas Artes o Artes Aplicadas), se valora este ciclo artístico por su propio carácter primigenio: se trata del primer arte conocido en la historia de la Humanidad. Destaca especialmente, en este contexto, por las elevadas cotas de perfección técnica y la formidable capacidad expresiva.
Aportan un testimonio único, o al menos excepcional, sobre una tradición cultural o una civilización viva o desaparecida.
El arte paleolítico constituye un testimonio a la vez excepcional y único de una civilización desaparecida. Como pocos otros elementos del Patrimonio, esta manifestación artística representa la más vívida evidencia de las formas culturales y sociales de una sociedad pretérita: las comunidades de cazadores-recolectores del final de la última glaciación. Desde una perspectiva antropológica, este ciclo artístico tiene una relación directa con la aparición de una nueva especie humana y los desarrollos cognitivos y de organización social que lleva aparejados.
Constituyen un ejemplo eminentemente representativo de un tipo de construcción o de conjunto arquitectónico o tecnológico, o de paisaje que ilustra uno o varios periodos significativos de la historia humana.
El arte rupestre paleolítico es un aspecto característico del comportamiento de las comunidades de cazadores-recolectores de finales del Pleistoceno. Participa de los modos de vida y, más en concreto, de los modos de asentamiento de las comunidades de finales de la última glaciación: las cavidades decoradas forman parte esencial del sistema general de ocupación y uso del territorio paleolítico.
En el caso de la región cantábrica, el arte rupestre paleolítico es un testimonio directo de la forma de hábitat de tipo troglodita.
Por otro lado, el nacimiento del arte rupestre paleolítico conlleva la aparición de un conjunto de técnicas específicamente desarrolladas para la plasmación de unos determinados conceptos.
El arte rupestre paleolítico constituye, así pues, un ejemplo eminentemente representativo de un modo de hábitat y de un conjunto tecnológico significativo de uno de los períodos más representativos de la historia humana, que se desarrolló en los compases finales de la última glaciación.
Las garantías de autenticidad de este bien están satisfactoriamente cubiertas gracias a la dilatada tradición de los estudios prehistóricos en la Región. Desde el último cuarto del siglo XIX investigadores de primera línea mundial han concentrado sus esfuerzos en el análisis de esta manifestación cultural, teniendo como resultado el desarrollo de numerosos proyectos de investigación de campo y laboratorio y la plasmación de estas labores en innumerables publicaciones.
El bien propuesto que entra a formar parte de la Lista del Patrimonio Mundial cumple plenamente las condiciones de integridad, dado el carácter unitario e intacto del bien y de sus atributos. En efecto, a) a pesar de que probablemente se conozca sólo una pequeña parte del arte que realmente existió, la excelente muestra conservada posee todos los elementos necesarios para expresar su valor universal excepcional; b) tiene, asimismo, unas dimensiones adecuadas que permiten la representación completa de las características y los procesos que transmiten la importancia del bien; y c) por último, se está en condiciones de afirmar que, en la actualidad, el bien inscrito, sometido a una estrecha vigilancia y supervisión de sus condiciones de conservación, no acusa los efectos negativos del desarrollo y/o la falta de cuidado.
España tiene 47 sitios declarados Patrimonio Mundial por la UNESCO, de los cuales 37 son culturales, 7 naturales y 3 mixtos. De entre ellos tres se incluyen en la categoría de locales con arte rupestre:
Previo a la inscripción de El arte rupestre paleolítico de la Cornisa Cantábrica como Patrimonio Mundial, había 21 sitios en el mundo declarados Patrimonio Mundial. Siete en África, 4 en América, 2 en Asia, 1 en Oceanía y 7 en Europa (Valle de Vézère en Francia, Valcamonica en Italia, Altamira y el arte del Arco Mediterráneo en España, Alta en Noruega, Tanum en Suecia y Foz Côa en Portugal).