En el corazón del valle de Camargo, próximo a la localidad de Escobedo, se encuentra esta cueva de amplia boca y vestíbulo de dimensiones monumentales. Fue excavada en 1878 por Marcelino Sanz de Sautuola y desde ese momento ha sido objeto de numerosas exploraciones arqueológicas que han culminado con el descubrimiento de un importante panel de pinturas rojas en 1997.
El estudio de su yacimiento arqueológico ha aportado información clave, al igual que en El Castillo, para el conocimiento del comportamiento humano, la evolución humana y tecnológica, a través del Hombre de neandertal y el Homo sapiens. De este modo, su secuencia estratigráfica y arqueológica, que se inicia al menos hace unos 82.000 a.C. y alcanza hasta el 1.500 a.C., están en el punto de mira de las discusiones científicas.
Además de reconocer actividades vinculadas a la cotidianeidad de estos grupos humanos, el importante conjunto de arte mueble y piezas ornamentales, asociadas a las primeras ocupaciones del Homo sapiens, indican que este espacio subterráneo fue utilizado con otros fines de carácter social. Durante la Edad del Bronce, ya a las puertas de nuestra sociedad, se reconoce el uso del espacio con fines rituales, al haberse encontrado enterramientos y “ofrendas” depositadas entre el caos de bloques.
El ejemplo más destacado del comportamiento simbólico son las manifestaciones artísticas parietales. Hasta el reciente descubrimiento del “Friso de las Pinturas”, únicamente se conocían dos figuras grabadas (al menos una de ellas un ave), descubiertas por Hermilio Alcalde del Río -en 1907- en la parte más profunda de la cavidad.
El “Friso de las Pinturas”, un panel de 25 metros de largo y visible desde cualquier parte de la sala principal, contiene, como un cuadro de grandes proporciones situado en la pared preferente de un gran salón, una veintena de figuras pintadas en color rojo. Destacan las ciervas, con doce ejemplares, acompañadas de una cabra, un caballo, dos zoomorfos indeterminados y varias formas de signos (como puntos, discos y líneas) que generalmente se localizan segregados por los paneles en los que se localizan los cuadrúpedos.
Destaca, al igual que en el caso de Covalanas, la realización de las figuras mediante contorno punteado, bien digital o bien tamponado. Algunos motivos muestran una complementariedad técnica, al combinarse el anterior modo de ejecución con el trazo lineal. La composición de las figuras en el friso, así como las similitudes técnicas en el trazado y el estilo (despieces internos, rellenos totales o parciales de color, etc.), marcan una unidad compositiva de las pinturas que prueban la sincronía en la ejecución. Su cronología, difícil de fijar de manera absoluta, parece situarse en una fase antigua, en torno a los 20.000 a.C.
La cueva de El Pendo se sitúa en el barrio de El Churi, municipio de Escobedo de Camargo, a escasos metros sobre el nivel del mar.
Se desarrolla sobre calizas arrecifales urgonianas del Cretácico inferior. Geomorfológicamente su localización corresponde a una depresión de tipo endorreica, en relación con la Sierra de Peñajorao, una de las zonas cársticas costeras más importantes de Cantabria.
La cueva es un sumidero del río Pendo que canaliza las aguas de escorrentía del valle y que tras 12 Km. de recorrido subterráneo vierten al río Pas.
Se trata de una cavidad de amplias dimensiones (hasta 45 m de anchura y 22 m de altura máximas) de la que destaca su boca de entrada, un sector que dispuso de hasta 600 m2 de superficie útil para los asentamientos humanos. Su desarrollo es de 160 metros.
En la actualidad el área de vestíbulo está parcialmente cubierta por grandes bloques caídos de la visera, bajo los cuales seguramente existen numerosas evidencias de las ocupaciones humanas prehistóricas.
La mayor parte de su recorrido es una gran sala, de trazado descendente, cuyas dimensiones máximas son de 40 m de anchura y 22 m de altura. A lo largo de ella y bajo el sedimento, se conservan materiales de las actividades que realizaron los Homo neandertalensis y los primeros Homo sapiens.
Al final de la gran sala (a unos 80 m de la verja de entrada) y a la altura donde se sitúa el panel principal de pinturas, la cueva se va estrechando progresivamente hasta llegar (al cabo de unos 60 m) a un pequeño divertículo sinuoso de reducidas dimensiones.
Se trata de una cueva con mucha historia. A pesar de ser conocida desde siempre por los lugareños, no fue hasta 1878 cuando se descubre científicamente de la mano de Marcelino Sanz de Sautuola. Desde ese año hasta 1910 fue objeto de varios trabajos arqueológicos por parte del propio Marcelino y de investigadores como Hermilio Alcalde del Río, quien encontró los grabados del divertículo final.
A partir de 1910 y hasta finales de los años 20 del siglo pasado, Jesús Carballo coordinó los nuevos trabajos de excavación que pusieron al descubierto la importante secuencia estratigráfica y de ocupación humana, a la vez que se fueron recuperando algunas de las piezas de arte mueble paleolítico, como el bastón de mando, más significativas de Cantabria y de Europa.
Su importancia científica se reafirmó durante los años 50, formándose un equipo internacional de trabajo, coordinado por Julio Martínez Santaolalla. Los Cursos Internacionales de Arqueología de Campo se llevaron a cabo en El Pendo, e investigadores de renombre, como André y Arlette Leroi-Gourhan, dedicaron parte de su tiempo a trabajar en esta cueva. Diferentes acontecimientos provocaron que no se publicaran los resultados, si bien años después Joaquín González Echegaray retomó la idea de un estudio actualizado, dando como resultado la publicación en 1980 de una monografía.
Recientemente Ramón Montes y Juan Sanguino reactivaron los trabajos en la parte más antigua de la secuencia (Paleolítico medio). Además, sus trabajos pusieron al descubierto el llamado “Friso de las Pinturas”, un gran panel de pinturas rojas que había pasado desapercibido, debido al deficiente estado de conservación.
Los depósitos sedimentarios contienen una representación de 33 niveles que abarcan una secuencia que se inicia hace unos 84.000 años y llega hasta el inicio de nuestra era, con la Edad del Hierro.
Los niveles más antiguos corresponden al Paleolítico medio y contienen evidencias del hombre de neandertal, que vivió en un ambiente de bosque caducifolio y cazaba bisontes, ciervos y caballos principalmente. Probablemente la mayor parte de las ocupaciones se desarrollaron en un ambiente de clima frío.
Los niveles del Homo sapiens corresponden a una completa secuencia cultural del Paleolítico superior. Estas ocupaciones son un referente en la construcción del devenir humano desde hace unos 38.000 hasta hace unos 12.000 años. También es de destacar la utilización de la cavidad, especialmente las zonas medias e interiores, como lugar sepulcral durante la Edad de Bronce.
Como ya se ha apuntado, su amplia y continua estratigrafía con ocupaciones humanas y las evidencias de arte mueble del Paleolítico superior hacen de esta cueva un hito de la investigación. En cuanto a las evidencias artísticas, además de los dibujos rupestres rojos, destacan los bastones de mando, de los que se cuentan hasta 12 ejemplares.
Si bien los grabados del sector final eran conocidos desde 1907, noventa años después se identificaron 24 figuras rojas. Los primeros, localizados en un sector de reducidas dimensiones, corresponden a dos figuras animales cuya temática es rara en el arte paleolítico. Si bien no existen dudas sobre su carácter de aves, menos definible es su identificación, ya que según diversos investigadores pudieran tratarse tanto de un anseriforme como de un alca gigante.
El conjunto principal de pinturas se localiza en un gran frente rocoso a 80 metros de la zona de entrada. Éste, originado por el desprendimiento de un estrato rocoso, es un panel horizontal de 25 metros largo, si bien las figuras tienden a concentrarse en un sector de unos 9 metros. Se trata de un espacio propiamente de interior, ya que la luz natural que llega hasta unos metros antes no permite visualizar los motivos, siendo necesario recurrir al uso de fuentes de iluminación artificial.
Esta zona principal, denominada “Friso de las Pinturas”, alberga 19 motivos de las 24 pinturas. De izquierda a derecha se suceden diferentes animales, dominando numéricamente las ciervas, y algunos motivos de signos y puntos. Las dos figuras situadas en el extremo izquierdo y a diferente altura son dos ciervas; ambas presentan una línea de despiece escapular, un procedimiento que se utiliza para transmitir la corporeidad de la anatomía. Además, de la más inferior destaca la adecuación del trazado de la parte posterior a la morfología de una fisura y arista del soporte.
A la derecha de esta última se dibujó una línea quebrada que ha sido interpretada como signo. Bajo él, y en relación directa con el borde inferior del frente rocoso, se trazó la mitad anterior de una cabra, cuya parte posterior (parte de la línea cérvico-dorsal, nalga, extremidad posterior y parte del vientre) corresponde con morfologías naturales del soporte. Es un nuevo caso de adecuación de la ejecución al soporte, consecuencia de un análisis previo del artista de las características morfológicas de la roca.
Tras el signo rojo antes citado aparece una nueva cierva; el carácter estirado del cuello y la cabeza erguida hacen referencia a una expresión animal difícil de interpretar. Encima de ella y en color siena una nueva figura incompleta, probablemente de cierva, presenta una expresión similar.
Tras esta última y ya ocupando la parte central del friso decorado, se desarrolla la composición principal, una cierva y un caballo parcialmente dibujado (la mitad anterior de la figura) enfrentados. Ambos motivos comparten el relleno interior, mediante punteado, de la región del cuello y de la cabeza. La posición de las extremidades de ambas figuras transmiten un estado de movimiento; la cierva, que es la figura de mayores dimensiones del panel, probablemente se encuentre en actitud de andar, mientras que las extremidades delantera del equino pudieran representar una actitud de correr o saltar. Además, entre ambos animales y a la altura de los brazos se dibujó un pequeño signo rojo en forma de herradura.
Por encima del equino y un poco a la derecha se encuentra una representación parcial de cierva y unas líneas punteadas interpretadas por algunos investigadores como correspondientes a un animal acéfalo. Por el contrario, bajo el caballo aparece un conjunto de pequeños puntos y una posible forma aspada o esbozo de una cabeza de cierva. A su derecha, una figura animal acéfala en tinta plana que bien pudiera corresponder a un equino o, de nuevo, a una cierva.
Ya en el sector derecho del panel se pintaron dos ciervas opuestas. Comparten caracteres estilísticos y técnicos (relleno interior completo mediante tinta plana homogénea). La posición de las extremidades hace pensar que los animales se encuentran en actitud de andar o correr (especialmente del situado más a la derecha).
Además de los motivos descritos las paredes de la cavidad presentan algunas pinturas más. Cerca del “Friso de las Pinturas” y a mano derecha, se han documentado dos ciervas completas: una en tinta plana, vinculándose claramente a la del extremo derecho del friso, y otra con despiece escapular, recordando a las dos figuras situadas, por el contrario, en el extremo izquierdo del panel principal. Entre ambas se trazaron un animal incompleto, para el que probablemente se pudiera sugerir que se trata de una cierva, y dos líneas parcialmente paralelas.
Por último, por debajo del friso hay dos pequeños puntos pareados y al inicio de la entrada a la cavidad y a mano izquierda, se reconocen, en deficiente estado de conservación, diversas pequeñas manchas y algunas pequeñas series de puntos que describen líneas.
Al igual que Covalanas, destaca por la mayor presencia numérica de las ciervas y por la representación de caracteres morfológicos y estilísticos similares: orejas en V, cuellos largos, despieces internos, rellenos internos de color, vientres abultados y aprovechamiento de las características morfológicas y volumétricas del soporte. Pero en el Pendo destaca la diversidad técnica, no sólo del conjunto sino también de algunas figuras concretas, ya que combinan el trazo lineal y punteado y la tinta plana.
La discusión sobre la cronología de las pinturas de El Pendo se encuentra en la misma línea que la de las pinturas de trazo punteado de la Región Cantábrica, tales como Covalanas o Arenaza.
Las superposiciones existentes entre pinturas y grabados y figuras rojas, muy similares en su estilo a las de El Pendo, en las cavidades de Llonín, galería B de la Pasiega y Castillo, aseguran una datación anterior o contemporánea al Magdaleniense antiguo o estilo IV antiguo (en torno al 14.000 a.C.). Por otro lado el estudio de la cueva de Llonín, con alguna figura similar a las de El Pendo, lleva a apuntar la posibilidad de referir las figuras rojas a un momento del Gravetiense final (en torno al 21.000 a.C.) o Solutrense superior (en torno al 16.000 a.C.). Por último, las dataciones obtenidas por termoluminiscencia asociadas a figuras rojas de contorno punteado de la cueva de Pondra apuntan a la datación de estas figuras en un margen temporal amplio que va desde el 31.000 al 18.000 a.C, lo que desecharía cualquier hipótesis referible al Magdaleniense y a momentos finales del Solutrense.
Las figuras de contorno punteado de color rojo de El Pendo se asocian a una tradición gráfica que se distribuye por el área oriental y central de la región cantábrica, desde la cuenca del río Nervión a la cuenca del Sella, pasado por la del Asón, Miera, Pas, Deva y Sella. De este a oeste se observa una disminución del número de motivos y conjuntos, concentrándose la mayor parte de los efectivos en torno al río Asón. Los conjuntos que presentan este tipo de figuras son: Arenaza, La Haza, Covalanas. Arco B, Pondra, Llonín, Castillo, Pasiega, Cualventi, Tito Bustillo y Salitre. La similitud técnica, así como la existencia de vínculos formales y estilísticos, aboga por la existencia de un grupo gráfico centrado en torno a un territorio, cuyas vinculaciones muy probablemente se extienden más allá de la esfera artística e implican ámbitos sociales de organización y relación.
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